MI MORADA Y YO
Armonía en los espacios habitados
Cuando entramos en un lugar construido, respondemos a ello de diferentes maneras. Hay lugares en donde nos sentimos alegres y ágiles; otros, nos hacen sentir más apagados, aislados o dispersos; y no pocos, nos hacen sentir tensos e irritables, o psíquicamente desbordados. Esto lo percibimos sin apenas ser conscientes de ello, mientras permanecemos en el interior de un espacio construido. Los espacios comunican, y entran en resonancia con nuestras frecuencias y ritmos internos. Esta sintonía puede producir una armonía o desarmonía en nuestro estado interior.
Muchas culturas han intentado averiguar los secretos que rigen los vínculos del hombre con su entorno, observando los cambios estacionales y los ritmos de la naturaleza. En las civilizaciones antiguas estas informaciones conformaron diferentes escuelas de geomancia (adivinación por medio de la Tierra). Para la visión de los geomantes, todo el Universo, galaxias, estrellas, planetas… tenía vida, e interaccionaban entre si. Al ser humano le atribuían una cualidad resonante con todos estos elementos de la naturaleza, a modo de antena receptora o emisora, pues nuestros ritmos biológicos se fueron forjando durante el largo proceso de surgimiento de la vida en el planeta. Fueron ritmos gestados a semejanza de los que propiciaron el nacimiento de seres unicelulares, luego biocomplejos y finalmente, pluricelulares. De este modo, fue como la impronta cósmica de carácter universal fue impresa en el mundo biológico desde sus inicios y durante todo el proceso de evolución, según cuentan los geomantes.
Estas escuelas milenarias no despreciaban el impacto de los espacios: intentaban que la interacción entre el grupo humano y el entono fuera óptima. Sabían aprovechar en su beneficio las líneas de energía positiva para los humanos y evitaban establecer las casas sobre las líneas nocivas. En occidente, hoy sabemos que ya se levantaron magnas construcciones basándose en este saber. Prueba de ello es el conjunto de Stonehenges y la catedral de Chartres, ambas construidas especialmente sobre zonas con mucha actividad cosmo-telúrica, siguiendo unos trazados geométricos concretos a partir de la latitud del lugar y en su relación con el punto solsticial.¹
Como vemos, desde diferentes niveles de visión, todas estas escuelas conocían la energía como principio de vida y como constructora y generadora de las fuerzas formativas. Este conocimiento intuitivo de la armonía como equilibrio entre el ser humano y las condiciones del entorno ha servido de gran inspiración para profundizar de una manera más técnica en este conocimiento. Durante principios del siglo XX se abrieron áreas de conocimiento e investigación al respecto, mediante la geofísica y la astronomía, que nos proporcionaron nuevas reflexiones sobre los nexos entre el cosmos, espacios y psicobiología. Mención a una cita del especial merece el científico A. I. Chizhevski , quien se dedicó a investigar prácticamente todos los aspectos de la Biosfera, habiendo hecho importantes aportes de perdurable valor, desde el mundo microbiológico hasta la sociedad en su conjunto. Dice así: «El Semblante externo de la Tierra y la Vida que la llena son resultados de la acción creativa de las fuerzas Cósmicas».²
En la actualidad, la actividad humana esta propiciando un cambio climático grave, con consecuencia palpable en los numerosos fenómenos naturales que se están desequilibrando sin punto de retorno ³. La contaminación química ambiental va incrementándose con numerosos agentes activos que contaminan el aire que respiramos y los revestimientos y productos químicos que introducimos en el interior de nuestras viviendas en forma de materiales decorativos, pinturas y productos de limpieza . Además de lo que nos llega a través del suelo dentro de la cadena alimentaria, y de lo que absorbemos a través de nuestra piel con el uso indiscriminado de cosméticos ⁴. Muchos de estos agentes ambientales actúan como disruptores endocrinos y provocan alteraciones y desequilibrios en la regulación metabólica, energética y homeostática corporal⁵. Así mismo, la exposición a radiaciones electromagnéticas no ionizantes se ha incrementado exponencialmente con la utilización masiva de las nuevas tecnologías de la comunicación. La contaminación eléctrica, lumínica, sonora, incide en nuestro organismo y altera los ritmos de regulación biológica provocando enfermedad o empeorando otras ya previamente conocidas.
Como seres vivos, vivimos inevitablemente en interacción constante con nuestro entorno. Los espacios creados y concebidos para ser habitados han de ser proyectados y construidos en sintonía con los principios de la biología, como si de un ser vivo se tratara, atendiendo todas y cada las funciones generadoras de vida 8, para obtener un tipo de energía específica que nos ayude a potenciar y restaurar nuestra vitalidad, para así poder ejercer con libertad nuestra vida con creatividad. Un espacio para fomentar la salud de las personas que lo habitan, la salud de nuestra vida en comunidad al mismo tiempo que acoge el espíritu del lugar .
(1) Cardinaux .S, Geometria Sagrada.Terra et Sidera.2016
(2) Chizhevskii(2),A..The factor facilitanting ocurrence and spreading psychosis .Russko-Nemetskej Zhurmal 9, 479-518,1928
(3) Silvestre,E. Vivir sin Tóxicos. RBA
(4) Cachafeiro R, Cosmoetica .Belleza sin tóxicos. https://www.youtube.com/watch?v=PUcidua9_KM(5) Olea,N. Jornada disruptores endocrinos en el ámbito labolar en MC mutual.Barcelona 2019
(6) Instituto para la Baubiologie. Valores indicativos SMB-2015
Alicia Tornos
Unidad de armonización geobiológica.