El camino del té o cha dao (茶道) es una actividad que tiene sus orígenes en las prácticas de los chamanes y de los taoístas de la antigua China. Tomar el té se consideraba y todavía se considera una forma de cultivar la presencia despierta y también una medicina.
De hecho, el auténtico propósito del camino del té es poder ver el preciso momento en el que uno se encuentra.
Hay muchas cosas del camino del té que son inefables y que solamente cuando estamos sentados en calma y en silencio tomando un té se pueden comprender.
Una historia simple, como la siguiente, también puede decir mucho sobre el camino del té.
La historia nos cuenta que un famoso profesor, con una extraordinaria carrera, diversos libros publicados y un gran número de premios, llegó un momento en el que, después de una búsqueda incansable a través de múltiples investigaciones e incontables lecturas, pensó que no llegaba a entender ni realmente encontrar lo que él denominaba la “verdad”.
Un día, por casualidad, se enteró que en una montaña, no muy lejana de su casa, existía un misterioso hombre que vivía una vida simple y que muchos decían que conocía esa “verdad”. El profesor no dudó en ir a visitarle, ya que quizás aquel hombre podría responder algunas de sus preguntas.
Planeó el viaje con suma meticulosidad y realizó una lista de preguntas para exponer. La lista era muy larga, pero pensó que ya estaba muy cansado de buscar y no podía perder ninguna oportunidad.
Después de prepararlo todo partió hacia la montaña y no le costó mucho encontrar la cabaña donde vivía aquella persona. Llamó a la puerta y, sin mucha demora, le abrió un hombre que parecía un viejo leñador. El profesor se presentó y, rápidamente, quiso empezar a hacer las preguntas, pero el hombre solamente se limitó a hacerlo pasar amablemente e invitarle a que se sentase frente una mesa a tomar un té con él.
Mientras estaba hirviendo el agua, el profesor miraba nerviosamente la lista de preguntas y pensaba si tenía que añadir alguna más. Mientras tanto, el hombre de la cabaña, estaba concentrado en lo que estaba realizando en aquel momento, esperando que el agua estuviese a punto. Cuando el agua estuvo preparada, colocó un par de boles y una pequeña tetera en la mesa. Después, mientras el profesor se estaba impacientando, extrajo unas cuantas hojas de té de un viejo recipiente de cerámica y las introdujo en el interior de la tetera. Seguidamente, la llenó de agua para que se realizase la infusión. Poco después, empezó a verter el contenido en el bol del profesor pero no alzó la tetera cuando el bol estaba lleno y empezó a derramarse el té, mojando la lista y borrando prácticamente todo su contenido.
El profesor indignado le dijo: “¡pero… qué está haciendo…!”.
El hombre contestó: “tu cabeza está tan llena como este bol y la lista que me has traído es una cosa francamente inútil; vacía tu bol, vacía tu mente y ahora, a partir del siguiente bol, empecemos a charlar de lo que te ha traído aquí”.
El camino del té tiene la capacidad de dejarnos vivir en la presencia, en el momento. Puede ser una forma de experimentar nuestra relación con la vida. De hecho, si lo extrapolamos, somos el agua en el bol y el agua fuera del bol, somos el recipiente y el contenido. En el camino del té, podemos experimentar esto de una manera muy clara; con los ojos abiertos, conectados a nuestras identidades como individuos y a nuestra identidad esencial, el ser puro. El agua de nuestra vida y la vida misma se mueven; sin embargo, nuestra conciencia, el bol, nunca cambia.
El té puede ser una medicina que nos permite entrar en la experiencia de la no-dualidad. Es un regalo del mundo de la naturaleza para informar a su propia naturaleza. Una experiencia en la que nos podemos sentir parte del flujo de nuestras propias vidas y parte del flujo del mundo en que vivimos, porque todos estamos conectados con el todo.
Jordi Vila
Medicina de familia. Homeopatía. Ecomedicina imohe