Cuando se acerca el verano, nuestras preguntas en relación al sol suelen ser simples y precisas: cuándo y cómo tomarlo, riesgos y beneficios, cómo protegernos. Sin embargo, las respuestas no son tan claras, sobre todo si de lo que se trata es de calibrar pros y contras en relación al cáncer cutáneo.
Comprender la complejidad de nuestra piel y qué puede agredirla, nos abre un gran potencial para prevenir de manera adecuada este tipo de enfermedades, sin renunciar al placer de un buen baño de sol. Veamos que preguntas son más esenciales.
¿Qué cáncer de piel es el más habitual?
La piel es el órgano más extenso de nuestro cuerpo, y posee memoria. A lo largo de nuestra vida las quemaduras por sobreexposición solar y las radiaciones ultravioletas (UV) producen en la piel un daño oxidativo que en sí mismo –a parte de producir envejecimiento– aumenta el riesgo de padecer cáncer.
El cáncer de piel más frecuente (en un 80%) es el llamado“carcinoma escamoso”. Se asocia a la exposición solar sin protección, y aparece claramente en las áreas de piel fotoexpuestas. Aunque se consideran lesiones cancerosas, su evolución no es agresiva, y el tratamiento quirúrgico suele ser curativo. Mucho menos frecuente es el melanoma, pero sí el más preocupante porque puede ser mucho más letal. Representa solo el 4 % de los casos y su causa principal sigue siendo la exposición solar. Detectado en estadios precoces su curabilidad aumenta, por ello hay que prevenirlo a toda costa.
¿De qué manera nos afectan las radiaciones del sol?
La radiación ultravioleta (UV), además de producir fotoenvejecimiento cutáneo, es un carcinógeno. Las radiaciones UV de onda corta de 280 nm (UVC) son absorbidas por la capa de ozono y no llegan a la tierra. Las longitudes de onda UV de más de 320 nm (UVA) sí penetran, pero tienen una capacidad menor para provocar alteraciones en el ADN de la de la piel. Los rayos UVB, con un espectro de entre 280 y 320 nm, son los más dañinos en cuanto a la capacidad de producir cáncer, sin embargo, son los mismos UVB los que necesitamos para producir vitamina D en la piel, una vitamina indispensable para nuestra salud y con propiedades anticancerosas. La manera cómo las radiaciones UV producen daños en el DNA (maquinaria genética) y en las proteínas que regulan su expresión (maquinaria epigenética) es causando daño oxidativo: propician la producción de sustancias muy reactivas y dañinas, llamadas radicales libres o especies reactivas. Los radicales libres inicialmente son neutralizados rápidamente por substancias antioxidantes que produce la propia célula. Pero este estrés oxidativo producido por los radicales, si se mantiene en el tiempo, acaba agotando la fuente antioxidante interna y propicia la transformación cancerosa. Los melanocitos –las células que pigmentan nuestra piel– son particularmente sensibles al estrés oxidativo, porque durante la síntesis de melanina (pigmento protector que nos hace parecer morenos) se genera ya de por sí mucha oxidación. Ahora podemos entender porqué el melanocito se transforma en melanoma.
¿Me beneficia tomar antioxidantes naturales?
Los antioxidantes naturales pueden ejercer un efecto protector contra el cáncer de piel no melanoma y en el melanoma. Se han probado en cultivos celulares y experimentos animales. Se pueden utilizar en forma de aplicación local o en forma de suplementos vía oral. Sustancias como el polifenól de té verde, extracto de aceite de oliva genisteína procedente de la soja, curcumina, la vitamina C, resveratrol procedente de la uva, beta caroteno, cardo mariano y muchos más, son fitoquímicos activos no solo en la prevención del melanoma, sino también potencialmente útiles en su tratamiento. Aunque estos resultados son alentadores, existen algunos estudios con resultados contradictorios, y algunas investigaciones apuntan que en situaciones donde ya se evidencia tumor cutáneo, tomar dosis altas de antioxidantes podría ser incluso pernicioso. Especialmente las investigaciones de sustancias como la vitamina E, la cisteína, el glutación y vitamina A están en discusión. Por tanto, es prudente consultar un experto antes de utilizar estas substancias –aunque sean naturales– de manera intensiva o prolongada.
Si utilizo protección solar, ¿tendré suficiente vitamina D?
Si supiera que tomar el sol mejoraría sus niveles y de vitamina D, y supiera cuán beneficiosa es para nuestro organismo:, ¿tomaría más sol? Está claramente demostrado, que entre otros mucho beneficios reportados en enfermedades óseas, auto inmunes, cardiovasculares, etc., la vitamina D tiene propiedades anticancerígenas, también en relación al cáncer de piel y el melanoma. Como la mayor parte de la vitamina D activa se obtiene a través de la exposición solar, nuestra paradoja es: ¿cómo obtener el beneficio anticáncer de la vitamina D sin sufrir el riesgo procancerígeno de los UV? Como no es fácil saber con exactitud la cantidad de vitamina D que se produce con la exposición solar, ni saber los niveles óptimos de vitamina D para ejercer tal efecto antitumoral, si somos muy eficientes en nuestra fotoprotección nos exponemos a tener déficit de vitamina D. Se suele recomendar una exposición solar de sol de entre 10 y 20 minutos dos a tres veces por semana, aunque ello está sujeto a la variabilidad individual de capacidad de fotosíntesis de vitamina (los niños generan más vitamina D que los ancianos, fototipo de piel más clara, más capacidad de síntesis de vitamina), y a factores externos como la latitud, ozono atmosférico, contaminantes etc. Lo que sí podemos es garantizar cantidades adecuados y estables de vitamina D a través de la alimentación o suplementación, y controlar sus niveles en sangre periódicamente.
Un repaso al estado actual de las cremas de protección solar
La mayoría de los productos de protección solar son una mezcla de sustancias orgánicas (protectores químicos) e inorgánicas (protectores físicos). Estos últimos, además de absorber la radiación nociva, pueden reflejarla y dispersarla. Un protector óptimo es aquel que, además de estas funciones, garantiza una eficacia sostenida y es capaz de atrapar radicales libres entes de iniciarse el daño por estrés oxidativo, ejerciendo así una función antienvejecedora y anticancerígena además de fotoprotectora. La novedad ha sido la incorporación creciente de los antioxidantes y productos naturales ya mencionados anteriormente en las cremas protectoras solares, mejorando su tolerabilidad y el perfil de toxicidad. También las algas marinas, que contienen aminoácidos muy eficaces para absorber los UV, y una gran capacidad regeneradora y detoxificante. Además, la aplicación de la nanotecnología ha permitido mejorar tanto en biodisponibilidad como en estabilidad. Con todos estos avances, podemos utilizar productos con factor de protección 50, con texturas cosméticas excelentes, que incorporan formulaciones altamente potentes a la vez que respetuosas con el tejido cutáneo.
Autoras: dra. Natàlia Eres, oncóloga integrativa. Fundadora y Codirectora de #imohe y dra. Lola Martín, oncóloga integrativa. Adjunta del Área de oncología holística y estética oncológica.
Este artículo se publicó en el suplemento Top Doctors del periódico La Vanguardia con motivo del #DíaMundialCáncerDePiel. Para leerlo en su publicación original, hacer clic aquí: http://ow.ly/7z7y30kA9wn